Que la pasión no cese,
 
y los días oscuros
 
sean preludio fiel

de los comienzos nuevos. 

Si el dolor nos acecha,
 
vendrá sin animarlo.
 
Hemos de concederle
 
tan solo lo preciso, 

no más de su medida,
 
aquello que los hombres
 
no pueden remediar. 

El paisaje de luz
 
que la vida nos brinda,
 
se arriesga sin demora.
 
Puede ser este instante
 
en la tarde de otoño,
 
que ahora se vislumbra 

con ocres y rojizos 

brillando entre los árboles. 

No solo la belleza
 
es armonía y gozo,
 
también la lucha cómplice
 
con quienes convivimos 

y por amor se entregan 

a una dicha posible,
 
que es hoy y no mañana. 

Para el ayer el llanto.