Que la pasión no cese, y los días oscuros sean preludio fiel de los comienzos nuevos. Si el dolor nos acecha, vendrá sin animarlo. Hemos de concederle tan solo lo preciso, no más de su medida, aquello que los hombres no pueden remediar. El paisaje de luz que la vida nos brinda, se arriesga sin demora. Puede ser este instante en la tarde de otoño, que ahora se vislumbra con ocres y rojizos brillando entre los árboles. No solo la belleza es armonía y gozo, también la lucha cómplice con quienes convivimos y por amor se entregan a una dicha posible, que es hoy y no mañana. Para el ayer el llanto.